viernes, 30 de marzo de 2012

MODELOS DE DESARROLLO AGROPECUARIO


Si bien es cierto que  hoy en día existe en el país una serie de lineamientos generales respecto a la política ambiental, también lo es que éstos parecen diluirse en la medida en que se va descendiendo en las diferentes actividades económicas y en su perspectiva regional, dando la impresión de haberse creado un sector independiente alrededor de la temática ambiental y no, como debería ser, un criterio fundamental en la definición de políticas en cada sector.

La Constitución Política de Colombia establece como una "obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación". Posteriormente, como instrumento para el manejo de la política ambiental y en cumplimiento del mandato constitucional, se crearon el SINA y el Ministerio del Medio Ambiente, organismo rector de la gestión ambiental. Sin embargo, surge la sensación de que toda la responsabilidad a este respecto se hubiera descargado en el Ministerio del Medio Ambiente y como consecuencia, es todavía muy débil la participación e incipientes los aportes por parte de los diferentes agentes que conforman el Consejo Nacional Ambiental, máxima instancia de coordinación intersectorial y participación del SINA.

Por su parte, el Ministerio del Medio Ambiente, en su calidad de organismo rector, tiene, entre otras funciones, las de formular la política nacional, establecer las reglas y criterios en el ordenamiento ambiental del uso del territorio y el aprovechamiento sostenible de los recursos y de regular las condiciones generales para el uso, manejo, aprovechamiento, conservación, restauración y recuperación de los recursos naturales, responsabilidad bien difícil de llevar a cabo si no se cuenta con la participación activa y decidida de los diferentes sectores que orientan las políticas de desarrollo nacional.

Asimismo, buena parte de los esfuerzos realizados por el Ministerio del Medio Ambiente, en sus pocos años de creación, se han focalizado en crear institución y en desarrollar la normatividad ambiental necesaria, pero queda mucho por realizar en el aspecto de articulación y coordinación interinstitucional en donde, valga la pena reconocer, no ha existido la mejor colaboración por parte de los diferentes interlocutores sectoriales, evidenciando igualmente que en el propósito de formar una conciencia ambiental en todos los niveles del Estado existe todavía un largo camino por recorrer.

El sector agropecuario y todas sus instituciones no han sido la excepción, a pesar de tener en el proceso, por una parte, una responsabilidad casi paternal en el desarrollo de una política ambiental, y por otra, como ya se había mencionado, situaciones que lo marcan como uno de los sectores más involucrados en el deterioro ambiental. Precisamente del reconocimiento de la complejidad propia de la política agropecuaria y rural, se desprende que es en el sector agropecuario y rural donde el reto de crear una conciencia ambiental que garantice un desarrollo humano sostenible es más necesario, urgente y difícil de conseguir.

La actual política agropecuaria plantea dos directrices fundamentales para el desarrollo sectorial: la modernización y competitividad de las actividades productivas, y el desarrollo integral y el mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad rural, aspectos que se enmarcan perfectamente dentro del propósito del desarrollo humano sostenible, pero sólo si en su diseño, en su planeación y en su desarrollo, permanecen claramente establecidos los criterios de orden ambiental y la perspectiva sustentable. Al respecto vale la pena resaltar que tales condiciones no han sido tan evidentes y su aplicación todavía es tema de discusión e inclusive parecen reñir cuando se abordan temas como los de adecuación de tierras, investigación y avance tecnológico, crédito agropecuario, comercialización agropecuaria, reforma agraria, servicios sociales y competitividad, entre otros.

Al parecer, el sector es muy resistente al momento de apropiar nuevos modelos de desarrollo, más aún cuando anteriores modelos, como los que conformaron la llamada Revolución Verde, fueron tan profusamente arraigados y mantienen una inercia conceptual en las diferentes esferas del quehacer sectorial. Paralelamente, la sensibilidad que ha mostrado el sector al nuevo modelo de desarrollo económico y a las históricas presiones que debe soportar por aspectos como la propiedad de la tierra, la pobreza, la violencia y más recientemente, la narcoproducción, no sólo dificultan la aplicación de estrategias ambientales para el sector sino que, adicionalmente, se convierten en variables que se incorporan y han de tenerse en cuenta al momento de su diseño y puesta en marcha

No hay comentarios:

Publicar un comentario